13 de octubre de 2009

EL DESTINO


El diccionario de la lengua española de la Real Academia Española define el destino como "hado (‖ fuerza desconocida que se cree obra sobre los hombres y los sucesos)".

Un amigo me hace dudar acerca del destino. Él cree que todos los seres vivos estamos dominados por una fuerza que controla nuestras vidas. Según sus ideas, podemos esquivar un arañazo de la suerte de nuestro ser, pero no controlaremos nuestro porvenir.

La vida misma te sorprende en cada día, de su fuerza de control. El pasado 1 de junio, un avión de Air France desapareció en el Atlántico, no hubo supervivientes. Una semana después, una mujer italiana que había esquivado la muerte al perder dicho vuelo, moría en accidente de tráfico. También ocurre al contrario, el 16 de enero de este mismo año, un avión de la compañía US Airways, cayó al río Hudson en Nueva York. A pesar del enorme peso del avión no se hundió, los 155 pasajeros pudieron ser rescatados de las gélidas aguas del río. No hubo muerte en este accidente.

Si existe el destino, hubo una persona en este mundo capaz de haber cambiado el suyo propio. Según el Nuevo Testamento (Biblia), Jesús conocía su destino, crucificado en el monte Gólgota (Calvario), pero en ningún momento intentó cambiar el mismo. Sin embargo, si cambió el destino de tres personas que habían muerto, una niña de doce años de edad, hija de Jairo. Lázaro, el de Betania, quien ya llevaba cuatro días de estar muerto y estaba sepultado en una cueva y el hijo de la viuda de la ciudad de Naín.

Para un cristiano no hay duda de la veracidad del Nuevo Testamento, para otras religiones o no creyentes, si existe la veracidad de la existencia de Jesús pero no de sus milagros.

De ser cierto todo lo expuesto, en verdad existe el destino, y por supuesto, sólo puede ser alterado por una fuerza superior. Por mucho que queramos cambiar nuestra vida, está volverá a su cauce, como las aguas de lluvia busca a su madre, las aguas del mar, del océano. Nuestras almas cursan su vida por el cauce que las montañas han dejado, llegando al final al océano, donde queda, si hay, la eternidad.

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